martes, 30 de diciembre de 2008

LECCIONES SOBRE LA ÉPISTOLA DE S. PABLO A LOS ROMANOS
Dictado a Mª Valtorta (17/1/1.948)

LA PERSECUCION HACIA LAS VOCES DE DIOS

A los Romanos, cap.2º, del v. 17 al 29


Dice el Autor Santísimo:

“La observancia de los preceptos de la Ley es verdadera circuncisión hasta para los incircuncisos y en el tiempo actual absolución aún para los que no son de la Ley. Dice Pablo: “No es verdadero judío el que permanece como tal, ni es circuncisión la que se manifiesta en la carne, sino que es judío aquel que lo es en su interior, y es circuncisión la de su corazón, la que es según el espíritu y no según la letra, siendo esta la que recibirá premio de Dios”.

“Circuncidad vuestro corazón” es palabra muy antigua. Es el precepto divino. Porque es en vano conocer la Ley según la palabra si después no se la conoce y practica consecuentemente según el espíritu. Esta es la única circuncisión verdadera.
¿Qué hace llevar vestido talar – digo talar para identificar el de los hijos de la Ley – si después el que los lleva no es hijo de la Ley sino esclavo del sentido, del mundo y del demonio? También los mimos y comediantes se ponen vestidos de rey, de sacerdote, de guerrero, de menestral o de campesino sin que por eso lleguen a ser reyes, sacerdotes, guerreros, menestrales o campesinos. Terminada la escena, echado el telón, se despojan de los vestidos tomados para la representación y se ponen los suyos. Su corazón no cambia de lo que es, por haber representado la magnanimidad de un rey, la santidad de un sacerdote, el valor de un guerrero, los sentimientos de un menestral o de un campesino. Ellos continúan siendo lo que son: justos si justos, por más que hayan representado a la perfección el papel de malvados, y monstruos de maldad por más que hayan representado perfectamente a un Santo.

Muchos, demasiados por más que, por la ley que aparentan servir, parecen a los ojos del mundo circuncisos – o decapitados más bien por la triple concupiscencia – a los ojos de Dios y de los habitantes del Cielo aparecen con sus serpientes vivas en el corazón. Estos no, no pueden decirse circundados en el corazón, antes a su naturaleza no mutilada por la triple concupiscencia, patrimonio del pecado heredado de Adán por todos los hombres, añaden otra serpiente más: la de la hipocresía, la de la traición que hacen a sus semejantes mostrándose ante ellos como en verdad no son y creyendo hacerlo igualmente con Dios como si pudieran engañar a Dios con el polvo dorado que lanzan al aire para que el mundo les admire.
Polvo. Dios no acepta polvo de oro. Lo que acepta es oro puro, macizo, precioso. La verdadera caridad. La verdadera caridad que es obediencia a la Ley, y por ello, circuncisión del corazón que se desprende de la triple concupiscencia para ser realmente hijo de la Ley y por tanto, hijo de Dios.

Y Yo os digo que si el Padre Santísimo sabe aún ser todo misericordia para los de buena voluntad sojuzgados traidoramente por Satanás, por la carne y por el mundo, sin su consentimiento y sin buscar ellos voluntariamente la tentación, es en cambio, todo rigor para los hipócritas, y tanto más lo es cuando más uno, bien por ser sacerdote, religioso o profeta de Dios, voz de Dios, discípulo de Dios, se halla en condición, ya por gracia de estado o por don sapiencial extraordinario, de ser más perfecto que la masa, tiene el deber de ser perfecto, no solo por reconocimiento a Dios que le eligió sacerdote, religioso o profeta suyo (voz), más también para no ser escándalo para los pequeños de la grey.

Digo escándalo. Muchos son los escándalos que se dan en el mundo y la masa apenas si se conmueve un instante por ellos mientras dura el rumor del escándalo. A veces, sobre todo en momentos de general relajación de los valores morales – no hablo ya de los espirituales sino simplemente de los morales – ni siquiera se conmueve por ellos…
Más dánse escándalos que hieren la emoción sincera de los justos y hasta la de los indiferentes, haciendo a veces a los justos disgustados y escarnecedores de los indiferentes. No hay para qué decir lo que son ciertos escándalos, en manos de los enemigos de Dios y de su Iglesia. Son como palanca aplicada a un bloque, como mina bajo un edificio, como agujero en una barca. Estos escándalos ponen en serio peligro a la Fe y a la Iglesia. Muere por ello la Fe en muchos corazones y la Iglesia sufre rudos golpes de importancia incalculable.
Así, pues cuando se suceden los escándalos, viene a ser como un alargarse de círculos nudosos en un lago turbado por un lanzamiento de piedras. Una sola piedra provoca una serie de círculos que al fin se extinguen muriendo en la arena. Más si las piedras se suceden y estas son cada vez mayores hasta llegar a ser el desplome completo de la ladera de un monte, los círculos entonces se cambian a olas encontradas y estas en acometidas de agua contra las riberas produciendo estragos.

Así es con los escándalos de quienes “llevan nombres de Judíos, descansan en la Ley y se glorían en Dios”… y sobre todo, de ser “ministros de Dios”, no siendo lámparas para los que buscan la luz, guías para los que están ciegos, ni maestros verdaderos para los pequeños de la grey, antes, confusión, crepúsculo, desorden y negación. Si, Negación, porque enseñan a los demás pero no a si mismos”, porque su vida está llena de las culpas o debilidades que reprochan a sus corderos. Ellos con su vida de pastores-ídolos, de pastores mercenarios, deshonran a Dios conculcando la Ley que conocen y predican.

“Y por su culpa, el nombre de Dios es vituperado entre las gentes”. Si. Vituperado. Porque los enemigos de Dios presentan al desprecio de los pueblos a los siervos de Dios, harto pecadores o también demasiado imperfectos, perezosos, tibios, desprovistos de fe verdadera. Ciertamente, hay más fe en los corderos que en la mayoría de los pastores que de su ministerio han hecho un oficio más que una misión regia. Si. Vituperado. Porque, invirtiendo la observación que los gentiles de los primeros siglos hacían sobre los sacerdotes católicos y que motivó su conversión a Cristo: “Mirad como se aman entre si y que perfectos son sus sacerdotes”, ahora los más, aún entre los católicos fervorosos, dicen o se lo dicen a sí mismos dentro de su corazón: “¡Mira como son los sacerdotes! Peores que nosotros. Si de verdad fueran ministros de Dios, Dios no permitiría esos escándalos”. Y concluyen: “Por eso creo, (o comienzo a creer) que no existe ese Dios que predican, que no hay una segunda vida, que no existen los sacramentos…”. Y ya tenemos aquí la muerte de la Fe, de la Gracia y de la Vida.

Pero existe Dios que toma a los gentiles, a esos a quien los orgullosos ministros de Dios – orgullosos y pecadores, escándalo para sus pequeños corderos – desprecian, combaten y persiguen porque no les parece a ellos, orgullosos e imperfectos pastores-ídolos que un cordero haya de saber lo que ellos no saben y que lo halla de saber directamente de Dios, cuya Voz Santísima esos pastores-ídolos no merecen oír; porque no les parece justo así mismo que un cordero pueda ser “voz de Dios” y continuar así la Revelación.
Toma a los gentiles. Llamemos así a quienes no son ministros de Dios, no son los “depositarios de la Revelación y de la Sabiduría”, no son aquellos que “cierran la puerta del Reino a los pequeños, no entran ellos ni dejan entrar a los demás”. A estos, a quienes los doctos desprecian, persiguen y condenan, los toma y los pone en medio de las turbas que no ven, no saben y no creen muy distintamente, y los hace “nuncios” suyos, del modo como aparece expresado en el salmo profético sobre el cual tan inútilmente se cansan los doctores : “Tiene la palabra mi Señor. Afortunados anunciadores (los profetas y los ángeles) gritan: “milicia numerosa”. S.67.

Esta “milicia numerosa” prometida por Dios a través de los profetas y de los espíritus a los asediados por los enemigos de Dios y sus hijos, semejante a “lluvia benéfica sobre la heredad del Señor” – lluvia que restaura, voz que fortalece, palabra de buena nueva que consuela – es el de las “voces”. De las “voces” que siempre hablarán en nombre de Dios, de ese Dios que – lo prometió y no falta a su palabra – dará su Palabra, su siempre Buena Nueva a los continuadores de Cristo, Verbo y Maestro eterno.
Las voces: las que están sobre el monte, sobre el monte de Dios, monte pingüe, el de las múltiples cimas, sobre el que el Señor se complace en estar rodeado de sus siervos ocultos solo por Él conocidos en lo que son y amado por ellos del modo como solo ellos, llenos de Él, saben amar. Las voces. Los que forman el coche triunfal de Dios, esplendente de Caridad.

Y ¿os sorprendéis de que existan “voces” y que ellas sean numerosas? ¿Acaso no lo dice el salmo, oscuro para los doctos aún que no para Mí? ¿No dice tal vez, que “son millares los exultantes y el Señor está en medio de ellos”? Son las voces de los profetas de todos los tiempos; son esas almas que son voces de Dios, sino con la palabra, si con su ejemplo; son los santos, los elegidos de la Tierra; almas ya paradisíacas esparcidas por la Tierra para dar testimonio de Dios; son los “pequeños Benjamines en el éxtasis del alma”. En vano los atropellan las fieras del cañal y las manadas de toros querrían quitar de en medio a estos que se hallan probados como la plata.

El Señor que aparece por Oriente y les da la voz de su Poder, ellos, los nuevos profetas, los heraldos del Verbo, sus continuadores en la propagación de la Buena Nueva, los nuevos evangelistas – no porque hagan un nuevo Evangelio, sino porque os ayudan a ver luminosamente el misterio del Evangelio de Cristo y Pablo de Tarso es uno de los primeros de esos nuevos evangelistas - , al Señor que se manifiesta cual luminoso Sol divino que surge por Oriente y hace el recorrido hasta Occidente a través de su Universo, ellos, ahora y después formarán su séquito y, exultando con los Serafines, compondrán un coro en la hora final, cantándole con su verdadera naturaleza sobrenatural – no gentiles como tantos lo consideran, sino escogidos de entre su pueblo elegido – su: “Mi alma engrandece a su Señor…que ha puesto su mirada en nuestra pequeñez…y ha hecho cosas grandes en nosotros Aquél que es Poderoso”.



LOS VERDADEROS DISCÍPULOS DE JESÚS

LOS VERDADEROS DISCÍPULOS DE JESÚS

Yahvé, después del grave pecado de desobediencia, de irreverencia y de orgullo de Eva y Adán, fue compasivo y se apiadó de ellos y de su descendencia, prometiéndole un Redentor, nuevo Adán, que sería el Mesías que anularía la culpa original, pagando el rescate que consistía nada menos que en entregar su vida, poniéndose en manos de Satán y de sus secuaces.
Ese pecado, fruto ofrecido por Satanás, y prohibido por Dios, trajo como consecuencia la introducción del mal y del sufrimiento en el mundo, lo que produzco una degradación de la naturaleza que a sus inicios había sido creada perfecta, y se cumplió lo que dijo Yahvé: “no comáis de ese fruto, porque sino moriréis”.
Aparecieron igualmente las enfermedades, los crímenes, el odio, las guerras, pecados desconocidos en el Jardín del Edén, y que fueron consecuencia del conocimiento del Bien y del Mal, y que son otras monstruosidades creadas por Satán y sus secuaces.
Ese veneno inoculado por la ingestión de la fruta prohibida, y que conduce a la muerte del cuerpo y a la del alma, tiene un antídoto que si bien no evita la muerte del cuerpo, por lo menos evita la segunda muerte que es la muerte eterna del Alma.
Ahora bien, para que ese antídoto, que no es otro que Jesús, el fruto del Árbol de la Cruz, sea eficaz, hay que tomarlo, y eso quiere decir asimilarlo, y entonces como solo actúa en el alma, la persona que lo asimila de verdad, vuelve a renacer como lo dijo Jesús a Nicodemo, y se transforma otra vez de hombre degradado en el pecado en un ser nuevo, casi idéntico a Adán y Eva antes de la caída, es decir recobra otra vez la inocencia y el Paraíso perdidos. Y digo casi idéntico porqué Adán y Eva no tenían que morir.
Y eso de que el hombre recobra la Inocencia y el Paraíso perdidos, lo explica muy bien S. Juan de la Cruz, cuando describe los grados de amor del Alma que son los peldaños de la escala mística que nos conducen a Dios, y por los que se sube después de terribles pruebas de purificación, efectos segundarios que son necesarios para restablecer la salud del alma.
En los últimos grados de esa escala, dice el Santo Doctor que aún en presencia del más horrendo de los crímenes, el alma no es capaz de ver ahí pecado, porque ha recobrado la Inocencia, y además arde suavemente de amor que es dulzura constante porque en ese estado de desposorio espiritual tiene ya presencia íntima con Dios, es decir ha recobrado el Paraíso perdido, purificado por las espadas llameantes de los Querubines que guardan su entrada.
No somos pues todos Hijos de Dios por el Espíritu hasta que no hayamos asimilado en esas condiciones ese antídoto, y ese es el error de los famosos “quietistas”, que se creen que por la muerte de Jesús todos somos hijos suyos y estamos a salvo porqué un Padre no puede condenar a sus hijos al Suplicio Eterno, como me dijo cierto Arzobispo.
Y ese es el mayor triunfo de Satán que quiere hacer creer que ese divino antídoto no es necesario, y no es necesaria tampoco ninguna transformación de nuestra parte, ya que como lo dicen muchos teólogos y sacerdotes en nuestro día: “Hay que estar a gusto, Dios te quiere como eres, con tus pecados”, en vez de decir: “ A pesar de nuestros pecados, que todos tenemos, Dios nos quiere, si ve en nosotros el Santo temor que es el arrepentimiento cuando hemos caído, y el firme deseo de no volver a caer, lo que exige de nosotros una lucha continua contra el Espíritu del mal, es decir contra Satán”.
Y por eso se entiende porque la Iglesia de hoy algunos han pasado de llamarla de Iglesia Militante a Iglesia Peregrina. Para el gran regocijo de Satanás, creyendo que la vida es una alegre peregrinación, exenta de esfuerzos y de sacrificios, lo que es una actitud de “bienestar turístico” y no una vida de lucha, de renuncias y de sacrificios, que es la que es necesaria para la transformación que nos pide Jesús.